miércoles, 28 de julio de 2021

El día que España fue consagrada al Sagrado Corazón de Jesús

 

El día que España fue consagrada al Sagrado Corazón de Jesús

 

El 30 de mayo de 1919 el rey Alfonso XIII leyó la consagración ante el monumento del Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles, cerca de Madrid -España-


 

Durante este fin de semana, España renovará su consagración al Sagrado Corazón de Jesús. La diócesis de Getafe ha preparado una celebración que recuerda a la que tuvo lugar hace ahora 100 años en el Cerro de los Ángeles, el centro geográfico de la península Ibérica. Una celebración que tendrá su punto culminante en la Santa Misa del domingo, en la explanada del santuario, bajo la gran imagen del segundo monumento construido en el Cerro, en la que se realizará la oración de consagración nuevamente.

La idea de consagrar España al Corazón de Jesús, como ya habían hecho otros países, surge a través de una "iniciativa de seglares". La construcción del primer monumento y su posterior consagración no pueden explicarse sin recordar nombres como los de Francisco Belda, marqués de Cabra y subgobernador del Banco de España, Ramón García-Rodrigo de Nocedal, abogado getafense, María de la Natividad Quindós y Villaroel, duquesa de la Conquista, la Unión de Damas Españolas del Sagrado Corazón de Jesús (cuya mención se puede leer todavía hoy en la placa del altar de los restos del monumentos de 1919) y a un grupo innumerable de fieles que colaboraron activamente en la materialización de aquella idea.

El Papa Benedicto XV envío un telegrama para que fuera leído durante la celebración

Los seglares sintieron entonces el respaldo de eclesiásticos destacados del momento, como el padre claretiano Juan Postíus Sala; el padre jesuita Juan Oliver-Copóns; el padre Mateo Crawley, de los Sagrados Corazones, apóstol incansable del Corazón de Cristo; los padres jesuitas san José María Rubio y José Calasanz Baradat, el padre escolapio san Faustino Míguez, y tantos otros que lograron trasladar el proyecto a los pastores del momento, a los obispos de Madrid José María Salvador y Barrera y Prudencio Melo y Alcalde, al arzobispo de Toledo y Primado de España, el cardenal Victoriano Guisasola y Menéndez, junto a otros que se hicieron presentes en la consagración de 1919, como san Manuel González, entonces obispo auxiliar y administrador apostólico de Málaga.

 

La Familia Real Española, encabezada por el rey Alfonso XIII, también tuvo desde el comienzo un papel capital en la consagración. En torno a la figura del Jefe del Estado se congregaron tanto el Gobierno de la época como las autoridades civiles y militares del momento. Nadie quiso perderse un acto de semejante magnitud.

Aquella soleada mañana del 30 de mayo, se citaron ante el monumento construido en el Cerro de los Ángeles -que posteriormente sería destruido por las milicias republicanas durante la Guerra Civil- para cumplir la promesa realizada al beato Bernardo de Hoyos SJ: “Reinaré en España”.

 

La ceremonia arrancó con la bendición del monumento por parte del nuncio apostólico en España, monseñor Francesco Ragonesi. El obispo de Madrid-Alcalá, monseñor Prudencio Melo, presidió la celebración de la Santa Misa y, antes de la bendición final, se leyó un telegrama del Papa Benedicto XV. El nuncio impartió la Bendición Papal y, a continuación, se expuso solemnemente el Santísimo Sacramento.

Fue en ese momento, con todos los asistentes arrodillados, cuando el rey Alfonso XIII se puso en pie y, en nombre del pueblo español, leyó la oración de consagración al Sagrado Corazón de Jesús, que dice así:

"Corazón de Jesús Sacramentado,

Corazón del Dios – Hombre, Redentor del Mundo,

Rey de Reyes y Señor de los que dominan:

España, pueblo de tu herencia y de tus predilecciones,

se postra hoy reverente ante ese trono de tus bondades

que para Ti se alza en el centro de la Península.

Todas las razas que la habitan, todas las regiones que la integran,

han constituido en la sucesión de los siglos,

y a través de comunes azares y mutuas lealtades, esta gran Patria Española,

fuerte y constante en el amor a la Religión y en su adhesión a la Monarquía.

Sintiendo la tradición católica de la realeza española

y continuando gozosos la historia de su fe y de su devoción a Vuestra Divina Persona,

confesamos que Vos vinisteis a la tierra a establecer

el Reino de Dios en la paz de las almas redimidas por vuestra sangre

y en la dicha de los pueblos que se rijan por vuestra santa Ley.

Reconocemos que tenéis por blasón de vuestra divinidad

conceder participación de vuestro poder a los príncipes de la tierra,

y que de Vos reciben eficacia y sanción todas las leyes justas,

en cuyo cumplimiento estriba el imperio del orden y de la paz.

Vos sois el camino seguro que conduce a la posesión de la vida eterna;

luz inextinguible que alumbra los entendimientos para que conozcan la verdad

y el principio propulsor de toda vida y de todo legítimo progreso social,

afianzándose en Vos y en el poderío y suavidad de vuestra gracia

todas las virtudes y heroísmos que elevan y hermosean el alma.

Venga, pues, a nosotros Vuestro Santísimo Reino,

que es Reino de justicia y de amor.

Reinad en los corazones de los hombres, en el seno de los hogares,

en la inteligencia de los sabios, en las aulas de las ciencias y de las letras

y en nuestras leyes e instituciones patrias.

Gracias, Señor, por habernos librado misericordiosamente

de la común desgracia de la guerra, que a tantos pueblos ha desangrado.

Continuad con nosotros la obra de vuestra amorosa providencia.

Desde estas alturas que para Vos hemos escogido

como símbolo del deseo que nos anima de que presidáis todas nuestras empresas,

bendecid a los pobres, a los obreros, a los proletarios,

para que en la pacífica armonía de todas las clases sociales encuentren justicia y caridad

que haga más suave su vida, más llevadero su trabajo.

Bendecid al Ejército y a la Marina, brazos armados de la Patria,

para que en la lealtad de su disciplina y en el valor de sus armas

sean siempre salvaguardia de la nación y defensa del derecho.

Bendecidnos a todos los que aquí reunidos en la cordialidad

de unos mismos santos amores de la Religión y de la Patria,

queremos consagraros nuestra vida pidiéndoos como premio de ella

el morir en la seguridad de vuestro amor

y en el regalado seno de vuestro Corazón adorable.

Así sea".

Con este gesto, el rey Alfonso XIII cumplía la promesa realizada por Cristo al beato Bernardo de Hoyos, SJ y también materializaba en nuestra nación la petición realizada por el Papa León XIII al consagrar el género humano al Corazón de Cristo en la encíclica Annum Sacrum del 11 de junio de 1889.

Junto a la consagración, nacía en España todo un movimiento vinculado al Reinado Social de Cristo y a la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

 

 

 

 

ENCICLICA DEL PAPA LEON13 SOBRE EL CORAZON DE JESUS

 ENCICLICA DEL PAPA LEON13 SOBRE EL CORAZON DE JESUS


 

CARTA ENCÍCLICA
"ANNUM SACRUM"
DE NUESTRO SANTÍSIMO PADRE LEÓN XIII.
PAPA SEGÚN LA DIVINA PROVIDENCIA;
A LOS PATRIARCAS, PRIMADOS, ARZOBISPOS, OBISPOS Y OTROS ORDINARIOS,
EN PAZ Y COMUNIÓN CON LA SEDE APOSTÓLICA



De la Consagración del Género Humano al Sagrado Corazón de Jesús

Hace poco, como sabéis, ordenamos por cartas apostólicas que próximamente celebraríamos un jubileo (annum sacrum), siguiendo la costumbre establecida por los antiguos, en esta ciudad santa. Hoy, en la espera, y con la intención de aumentar la piedad en que estará envuelta esta celebración religiosa, nos hemos proyectado y aconsejamos una manifestación fastuosa. Con la condición que todos los fieles Nos obedezcan de corazón y con una buena voluntad unánime y generosa, esperamos que este acto, y no sin razón, produzca resultados preciosos y durables, primero para la religión cristiana y también para el género humano todo entero.

Muchas veces Nos hemos esforzado en mantener y poner más a la luz del día esta forma excelente de piedad que consiste en honrar al Sacratísimo Corazón de Jesús. Seguimos en esto el ejemplo de Nuestros predecesores Inocencio XII, Benedicto XIV, Clemente XIII, Pío VI, Pío VII y Pío IX. Esta era la finalidad especial de Nuestro decreto publicado el 28 de junio del año 1889 y por el que elevamos a rito de primera clase la fiesta del Sagrado Corazón.

Pero ahora soñamos en una forma de veneración más imponente aún, que pueda ser en cierta manera la plenitud y la perfección de todos los homenajes que se acostumbran a rendir al Corazón Sacratísimo. Confiamos que esta manifestación de piedad sea muy agradable a Jesucristo Redentor.

Además, no es la primera vez que el proyecto que anunciamos, sea puesto sobre el tapete. En efecto, hace alrededor de 25 años, al acercarse la solemnidad del segundo Centenario del día en que la bienaventurada Margarita María de Alacoque había recibido de Dios la orden de propagar el culto al divino Corazón, hubo muchas cartas apremiantes, que procedían no solamente de particulares, sino también de obispos, que fueron enviadas en gran número, de todas partes y dirigidas a Pío IX. Ellas pretendían obtener que el soberano Pontífice quisiera consagrar al Sagrado Corazón de Jesús, todo el género humano. Se prefirió entonces diferirlo, a fin de ir madurando más seriamente la decisión. A la espera, ciertas ciudades recibieron la autorización de consagrarse por su cuenta, si así lo deseaban y se prescribió una fórmula de consagración. Habiendo sobrevenido ahora otros motivos, pensamos que ha llegado la hora de culminar este proyecto.

Este testimonio general y solemne de respeto y de piedad, se le debe a Jesucristo, ya que es el Príncipe y el Maestro supremo. De verdad, su imperio se extiende no solamente a las naciones que profesan la fe católica o a los hombres que, por haber recibido en su día el bautismo, están unidos de derecho a la Iglesia, aunque se mantengan alejados por sus opiniones erróneas o por un disentimiento que les aparte de su ternura.

El reino de Cristo también abraza a todos los hombres privados de la fe cristiana, de suerte que la universalidad del género humano está realmente sumisa al poder de Jesús. Quien es el Hijo Único de Dios Padre, que tiene la misma substancia que El y que es "el esplendor de su gloria y figura de su substancia" (Hebreos 1:3), necesariamente lo posee todo en común con el Padre; tiene pues poder soberano sobre todas las cosas. Por eso el Hijo de Dios dice de sí mismo por la boca del profeta: "Ya tengo yo consagrado a mi rey en Sión mi monte santo... El me ha dicho: Tu eres mi Hijo, yo te he engendrado hoy. Pídeme y te daré en herencia las naciones, en propiedad los confines de la tierra" (Salmo 2: 6-8).

Por estas palabras, Jesucristo declara que ha recibido de Dios el poder, ya sobre la Iglesia, que viene figurada por la montaña de Sión, ya sobre el resto del mundo hasta los límites más alejados. ¿Sobre qué base se apoya este soberano poder? Se desprende claramente de estas palabras: "Tu eres mi Hijo." Por esta razón Jesucristo es el hijo del Rey del mundo que hereda todo poder; de ahí estas palabras: "Yo te daré las naciones por herencia". A estas palabras cabe añadir aquellas otras análogas de san Pablo: "A quien constituyó heredero universal."

Pero hay que recordar sobre todo que Jesucristo confirmó lo relativo a su imperio, no sólo por los apóstoles o los profetas, sino por su propia boca. Al gobernador romano que le preguntaba:"¿Eres Rey tú?", el contestó sin vacilar: "Tú lo has dicho: Yo soy rey!" (Juan 18:37)La grandeza de este poder y la inmensidad infinita de este reino, están confirmados plenamente por las palabras de Jesucristo a los Apóstoles: "Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra." (Mt 28:18). Si todo poder ha sido dado a Cristo, se deduce necesariamente que su imperio debe ser soberano, absoluto, independiente de la voluntad de cualquier otro ser, de suerte que ningún poder no pueda equipararse al suyo. Y puesto que este imperio le ha sido dado en el cielo y sobre la tierra, se requiere que ambos le estén sometidos.

Efectivamente, El ejerció este derecho extraordinario, que le pertenecía, cuando envió a sus apóstoles a propagar su doctrina, a reunir a todos los hombres en una sola Iglesia por el bautismo de salvación, a fin de imponer leyes que nadie pudiera desconocer sin poner en peligro su eterna salvación. Pero esto no es todo. Jesucristo ordena no sólo en virtud de un derecho natural y como Hijo de Dios sino también en virtud de un derecho adquirido. Pues "nos arrancó del poder de las tinieblas" (Colos. 1:13) y también "se entregó a si mismo para la Redención de todos" (1 Tim 2:6).

No solamente los católicos y aquellos que han recibido regularmente el bautismo cristiano, sino todos los hombres y cada uno de ellos, se han convertido para El "en pueblo adquirido." (1 P 2:9). También san Agustín tiene razón al decir sobre este punto: "¿Buscáis lo que Jesucristo ha comprado? Ved lo que El dio y sabréis lo que compró: La sangre de Cristo es el precio de la compra. ¿Qué otro objeto podría tener tal valor? ¿Cuál si no es el mundo entero? ¿Cuál sino todas las naciones? ¡Por el universo entero Cristo pagó un precio semejante!" (Tract., XX in Joan.).

Santo Tomás nos expone largamente porque los mismos infieles están sometidos al poder de Jesucristo. Después de haberse preguntado si el poder judiciario de Jesucristo se extendía a todos los hombres y de haber afirmado que la autoridad judiciaria emana de la autoridad real, concluye netamente: "Todo está sumido a Cristo en cuanto a la potencia, aunque no lo está todavía sometido en cuanto al ejercicio mismo de esta potencia" (Santo Tomás, III Pars. q. 30, a.4.). Este poder de Cristo y este imperio sobre los hombres, se ejercen por la verdad, la justicia y sobre todo por la caridad.

Pero en esta doble base de su poder y de su dominación, Jesucristo nos permite, en su benevolencia, añadir, si de nuestra parte estamos conformes, la consagración voluntaria. Dios y Redentor a la vez, posee plenamente y de un modo perfecto, todo lo que existe. Nosotros, por el contrario, somos tan pobres y tan desprovistos de todo, que no tenemos nada que nos pertenezca y que podamos ofrecerle en obsequio. No obstante, por su bondad y caridad soberanas, no rehusa nada que le ofrezcamos y que le consagremos lo que ya le pertenece, como si fuera posesión nuestra. No sólo no rehusa esta ofrenda, sino que la desea y la pide: "Hijo mío, dame tu corazón!" Podemos pues serle enteramente agradables con nuestra buena voluntad y el afecto de nuestras almas. Consagrándonos a El, no solamente reconocemos y aceptamos abiertamente su imperio con alegría, sino que testimoniamos realmente que si lo que le ofrecemos nos perteneciera, se lo ofreceríamos de todo corazón; así pedimos a Dios quiera recibir de nosotros estos mismos objetos que ya le pertenecen de un modo absoluto. Esta es la eficacia del acto del que estamos hablando, y este es el sentido de sus palabras.

Puesto que el Sagrado Corazón es el símbolo y la imagen sensible de la caridad infinita de Jesucristo, caridad que nos impulsa a amarnos los unos a los otros, es natural que nos consagremos a este corazón tan santo. Obrar así, es darse y unirse a Jesucristo, pues los homenajes, señales de sumisión y de piedad que uno ofrece al divino Corazón, son referidos realmente y en propiedad a Cristo en persona.

Nos exhortamos y animamos a todos los fieles a que realicen con fervor este acto de piedad hacia el divino Corazón, al que ya conocen y aman de verdad. Deseamos vivamente que se entreguen a esta manifestación, el mismo día, a fin de que los sentimientos y los votos comunes de tantos millones de fieles sean presentados al mismo tiempo en el templo celestial.

Pero, ¿podemos olvidar esa innumerable cantidad de hombres, sobre los que aún no ha aparecido la luz de la verdad cristiana? Nos representamos y ocupamos el lugar de Aquel que vino a salvar lo que estaba perdido y que vertió su sangre para la salvación del género humano todo entero. Nos soñamos con asiduidad traer a la vida verdadera a todos esos que yacen en las sombras de la muerte; para eso Nos hemos enviado por todas partes a los mensajeros de Cristo, para instruirles. Y ahora, deplorando su triste suerte, Nos los recomendamos con toda nuestra alma y los consagramos, en cuanto depende de Nos, al Corazón Sacratísimo de Jesús.

De esta manera, el acto de piedad que aconsejamos a todos, será útil a todos. Después de haberlo realizado, los que conocen y aman a Cristo Jesús, sentirán crecer su fe y su amor hacia El. Los que conociéndole, son remisos a seguir su ley y sus preceptos, podrán obtener y avivar en su Sagrado Corazón la llama de la caridad. Finalmente, imploramos a todos, con un esfuerzo unánime, la ayuda celestial hacia los infortunados que están sumergidos en las tinieblas de la superstición. Pediremos que Jesucristo, a Quien están sometidos "en cuanto a la potencia", les someta un día "en cuanto al ejercicio de esta potencia". Y esto, no solamente "en el siglo futuro, cuando impondrá su voluntad sobre todos los seres recompensando a los unos y castigando a los otros" (Santo Tomás, id, ibidem.), sino aún en esta vida mortal, dándoles la fe y la santidad. Que puedan honrar a Dios en la práctica de la virtud, tal como conviene, y buscar y obtener la felicidad celeste y eterna.

Una consagración así, aporta también a los Estados la esperanza de una situación mejor, pues este acto de piedad puede establecer y fortalecer los lazos que unen naturalmente los asuntos públicos con Dios. En estos últimos tiempos, sobre todo, se ha erigido una especie de muro entre la Iglesia y la sociedad civil. En la constitución y administración de los Estados no se tiene en cuenta para nada la jurisdicción sagrada y divina, y se pretende obtener que la religión no tenga ningún papel en la vida pública. Esta actitud desemboca en la pretensión de suprimir en el pueblo la ley cristiana; si les fuera posible hasta expulsarían a Dios de la misma tierra.

Siendo los espíritus la presa de un orgullo tan insolente, ¿es que puede sorprender que la mayor parte del género humano se debata en problemas tan profundos y esté atacada por una resaca que no deja a nadie al abrigo del miedo y el peligro? Fatalmente acontece que los fundamentos más sólidos del bien público, se desmoronan cuando se ha dejado de lado, a la religión. Dios, para que sus enemigos experimenten el castigo que habían provocado, les ha dejado a merced de sus malas inclinaciones, de suerte que abandonándose a sus pasiones se entreguen a una licencia excesiva.

De ahí esa abundancia de males que desde hace tiempo se ciernen sobre el mundo y que Nos obligan a pedir el socorro de Aquel que puede evitarlos. ¿Y quién es éste sino Jesucristo, Hijo Único de Dios, "pues ningún otro nombre le ha sido dado a los hombres, bajo el Cielo, por el que seamos salvados" (Act 4:12). Hay que recurrir, pues, al que es "el Camino, la Verdad y la Vida".

El hombre ha errado: que vuelva a la senda recta de la verdad; las tinieblas han invadido las almas, que esta oscuridad sea disipada por la luz de la verdad; la muerte se ha enseñoreado de nosotros, conquistemos la vida. Entonces nos será permitido sanar tantas heridas, veremos renacer con toda justicia la esperanza en la antigua autoridad, los esplendores de la fe reaparecerán; las espadas caerán, las armas se escaparán de nuestras manos cuando todos los hombres acepten el imperio de Cristo y sometan con alegría, y cuando "toda lengua profese que el Señor Jesucristo está en la gloria de Dios Padre" (Fil. 2:11).

En la época en que la Iglesia, aún próxima a sus orígenes, estaba oprimida bajo el yugo de los Césares, un joven emperador percibió en el Cielo una cruz que anunciaba y que preparaba una magnífica y próxima victoria. Hoy, tenemos aquí otro emblema bendito y divino que se ofrece a nuestros ojos: Es el Corazón Sacratísimo de Jesús, sobre él que se levanta la cruz, y que brilla con un magnífico resplandor rodeado de llamas. En él debemos poner todas nuestras esperanzas; tenemos que pedirle y esperar de él la salvación de los hombres.

Finalmente, no queremos pasar en silencio un motivo particular, es verdad, pero legítimo y serio, que nos presiona a llevar a cabo esta manifestación. Y es que Dios, autor de todos los bienes, Nos ha liberado de una enfermedad peligrosa. Nos queremos recordar este beneficio y testimoniar públicamente Nuestra gratitud para aumentar los homenajes rendidos al Sagrado Corazón.

Nos decidimos en consecuencia, que el 9, el 10 y el 11 del mes de junio próximo, en la iglesia de cada localidad y en la iglesia principal de cada ciudad, sean recitadas unas oraciones determinadas. Cada uno de esos días, las Letanías del Sagrado Corazón, aprobadas por nuestra autoridad, serán añadidas a las otras invocaciones. El último día se recitará la fórmula de consagración que Nos os hemos enviado, Venerables Hermanos, al mismo tiempo que estas cartas.

Como prenda de los favores divinos y en testimonio de Nuestra Benevolencia, Nos concedemos muy afectuosamente en el Señor la bendición Apostólica, a vosotros, a vuestro clero y al pueblo que os está confiado.

Dado en Roma, el 25 de mayo de 1899, el 22 de Nuestro Pontificado. León XIII, papa

ACTO DE CONSAGRACIÓN DEL GÉNERO HUMANO AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS

Jesús, dulcísimo Redentor del género humano, míranos postrados humildemente delante de tu altar; tuyos somos y tuyos queremos ser, y a fin de estar más firmemente unidos a ti, he aquí que, hoy día, cada uno de nosotros se consagra espontáneamente a tu Sagrado Corazón.

Muchos, Señor, nunca te conocieron; muchos te desecharon al quebrantar tus mandamientos; compadécete, Jesús, de los unos y de los otros, y atráelos a todos a tu Santo Corazón. Sé Rey, ¡Señor!, no sólo de los fieles que jamás se separaron de ti, sino también de los hijos pródigos que te abandonaron; haz que vuelvan pronto a la casa paterna, no sea que perezcan de miseria y de hambre.

Sé Rey de aquéllos a quienes engañaron opiniones erróneas y desunió la discordia; tráelos al puerto de la verdad y a la unidad de la fe, para que luego no quede más que un solo rebaño y un solo pastor.

Sé Rey de los que aún siguen envueltos en las tinieblas de la idolatría o del islamismo. A todos dígnate atraerlos a la luz de tu Reino.

Mira, finalmente, con ojos de misericordia, a los hijos de aquel pueblo, que en otro tiempo fue tu predilecto; que también descienda sobre ellos, como bautismo de redención y vida, la sangre que reclamó un día contra sí.

Concede, Señor, a tu Iglesia incolumidad y libertad segura, otorga a todos los pueblos la tranquilidad del orden; haz que del uno al otro polo de la tierra resuene esta sola aclamación: “ALABADO SEA EL DIVINO CORAZÓN, POR QUIEN HEMOS ALCANZADO LA SALUD...; A ÉL GLORIA Y HONOR, POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS”. Así sea.

 


 

ENTRONIZACION DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS EN CASA

 ENTRONIZACION DEL SAGRADO CORAZON EN EL HOGAR

 

 



 

El Sagrado Corazón de Jesús pide reinar en todos los hogares mediante su imagen bendecida por un sacerdote. Desea ocupar un lugar en donde se le ame y se le pida permanentemente su paternal protección.

La consagración no es otra cosa que entregarse a Jesucristo, es la dedicación de nuestras personas y de nuestras cosas, reconociéndolas recibidas de la eterna caridad de Dios. Con la consagración aceptamos su imperio de verdad, justicia y caridad en nuestras vidas.

Consagrarse es ponerse totalmente a disposición de Cristo, es por eso un acto serio y bien meditado. Igual que cuando se consagra un cáliz o un altar, éste deja de estar al servicio de bebidas y cenas para pasar al servicio exclusivo de Dios, cuando se consagra una persona o una casa, ésta se pone al servicio del Señor para tratar de hacer en todo su voluntad. Por eso se llama también entronización, porque pones un trono real en tu casa, el trono de Cristo, al cual proclamas como tu Rey y le quieres servir por amor.

Darle el lugar que le corresponde al Sagrado Corazón de Jesús en nuestra familia, es tratar de que todo lo que se haga y se viva, sufrimientos, alegrías, trabajos, inquietudes, se ofrezca al Señor para la redención de la propia familia y del mundo.

La entronización la puede hacer un sacerdote, el padre o madre o quien presida el lugar en donde se entronizará la imagen del Sagrado Corazón.

 

PASOS SUGERIDOS PARA LA ENTRONIZACIÓN

1.    Preparación para la entronización.
2.    Bendición de la casa.
3.    Bendición de la imagen del Sagrado Corazón de Jesús.
4.    Entronización de la imagen.
5.    Rezo del Credo.
6.    Palabras o mensaje de quien preside la entronización.
7.    Fórmula de consagración.
8.    Oración por los ausentes y fallecidos.
9.    Consagración de los niños.
10.  Bendición final.Nota: los pasos 2 y 3 sólo se realizan en presencia de un sacerdote.

 

FÓRMULA DE LA CONSAGRACIÓN

(Aprobada por San Pío X para la entronización del Sagrado Corazón en la familia)

¡Oh Sacratísimo Corazón de Jesús!, Tú manifestaste a santa Margarita María el deseo de reinar sobre las familias cristianas; venimos a proclamar tu absoluto dominio sobre la nuestra. De hoy en adelante queremos vivir en tu vida, queremos que en nuestra familia florezcan las virtudes por las cuales prometiste la paz en la tierra, y queremos desterrar de nosotros el espíritu mundano. Tú has de reinar en nuestros entendimientos por la sencillez de nuestra fe, y en nuestros corazones por el amor que arderá para Ti solo, procurando nosotros mantener viva esta llama con la frecuente recepción de la Eucaristía.Dígnate, oh Corazón Divino, presidir nuestras reuniones, bendecir nuestras empresas espirituales y temporales, apartar de nosotros los vanos cuidados, santificar nuestras alegrías, consolar nuestras penas. Si alguna vez alguien de entre nosotros tuviese la desgracia de ofenderte, recuérdale oh Corazón de Jesús, que eres bueno y misericordioso con los pecadores arrepentidos.Y cuando suene la hora de la separación, cuando venga la muerte a traer duelo en medio de nosotros, todos, así los que se vayan como los que se queden, estaremos conformes con tus eternos decretos. Nos consolaremos pensando que ha de venir un día en que toda la familia reunida en el cielo, podrá cantar eternamente tus glorias y tus beneficios.

Dígnese el Corazón Inmaculado de María, dígnese el glorioso Patriarca san José presentarte esta consagración y recordárnosla todos los días de nuestra vida. Amén.¡Viva el Corazón de Jesús nuestro Rey!

 

Promesas del Sagrado Corazón de Jesús a santa Margarita de Alacoque

1. Daré paz a sus familias.
2. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y honrada.
3. Les consolaré en sus penas.
4. Seré su refugio seguro durante la vida, y, sobre todo, en la hora de la muerte.
5. Derramaré abundantes bendiciones sobre todas sus empresas.
6. Bendeciré las casas en que la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
7. Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente, el Océano infinito de la misericordia.
8. Las almas tibias se volverán fervorosas.
9. Las almas fervorosas se elevarán a gran perfección.
10. Daré a los sacerdotes el talento de mover los corazones más empedernidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón, y jamás será borrado de El.
12. Les prometo en el exceso de mi misericordia, que mi amor todopoderoso concederá a todos aquellos que comulgaren por nueve primeros viernes consecutivos, la gracia de la perseverancia final; no morirán sin mi gracia, ni sin la recepción de los santos sacramentos. Mi Corazón será su seguro refugio en aquel momento supremo.

 

HISTORIA DEL CORAZON DE JESUS

 HISTORIA DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS


 

 

 

Ya hemos indicado que la devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha existido desde los primeros tiempos de Iglesia. Sin embargo, hay una fecha concreta en que esta devoción pasó a vivirse con un enfoque determinado; enfoque que lo dio el mismo Jesús a santa Margarita María de Alacoque el 27 de diciembre de 1673.

Los Padres de la Iglesia ya tenían una gran devoción por el Sagrado Corazón. En san Agustín,  san Ambrosio, san Juan Crisóstomo encontramos textos que se "refieren a la Sagrada Llaga del costado de Jesús, a la Sangre y Agua que brotaron de su corazón, de donde recibimos los sacramentos".

Siglos más tarde, nos encontramos ya muchas referencias a las llagas del Señor. Sin fijar una devoción concreta, son muchos los santos y santas que se han referido al Corazón y las llagas de Cristo: San Bernardo de Claraval, Santa Clara, San Buenaventura, Santa Gertrudis, Santa Angela de Foligno, Beato Enrique Suso, Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila, San Pedro Canisio, San Francisco de Sales, Santa Juana de Chantal.

La propagación del culto público al Corazón de Jesús tiene su origen en las revelaciones místicas que Santa Margarita María Alacoque comenzó a experimentar en Paray-le-Monial (Francia) desde 1673 hasta su muerte en 1690. Entre los primeros difusores del culto se destacan san Claudio de la Colombière, director espiritual de la Santa, y los Padres Juan Croisset y José de Galliffe, que escribieron los primeros tratados sobre aquella devoción. Desde el principio fue una devoción muy ligada a la Compañía de Jesús. También muchas congregaciones religiosas desde ese tiempo adoptaron la devoción.

El culto al Corazón de Jesús comenzó a divulgarse lentamente en círculos restringidos a partir de Francia. En las primeras décadas del siglo XVIII ya había empezado a calar en el pueblo cristiano por medio, sobre todo, de la fundación de algunas congregaciones o cofradías del Sagrado Corazón, como ya hemos indicado al tratar el apartado de “Los Papas y la devoción”.


La aspiración principal de santa Margarita era la aprobación pontificia del culto público al Corazón de Jesús, sin embargo hubo que esperar al pontificado del Papa Clemente XIII en 1765 para su aprobación, e incluso limitado a Polonia y a Roma.

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús cobró auge al ser acogida como devoción propia de El Apostolado de la Oración (fundado el 3 diciembre 1844 por el P. Francisco Javier Gautrelet, SJ). En 1861 nació, en Francia, la primera publicación para promover la devoción al Corazón de Jesús: El Mensajero. Pronto publicaciones similares surgieron por todo el mundo.

En 1917, en las pariciones de Fátima, el ángel y la Virgen enseñaron a los niños a rezar y responder a los designios de los Corazones de Jesús y María. A partir de Fátima, la devoción a los corazones de Jesús y María prendió como fuego.

Bernardo de Hoyos

 Bernardo de Hoyos



Se considera que el Padre Bernardo es el principal apóstol de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en España.

 


 

Nació en Torrelobatón el 20 de agosto de 1711, pero como toda su familia era de Hoyos, se le conoce como Padre Bernardo de Hoyos.

El Beato Bernardo fue educado por unos padres católicos, que decidieron llevarle a un colegio jesuita a los 10 años de edad. Su padre, secretario del ayuntamiento de Torrelobatón murió cuando Bernardo sólo tenía 13 años. Un año más tarde, entró en el noviciado de los jesuitas, y a los 17 años empezó con los estudios de filosofía para hacerse sacerdote.

Con 23 años recibió el Sacramento del Orden Sacerdotal (a pesar de que no tenía edad para ello). Y sólo un año más tarde enfermó de Tifus y murió tras haber recibido la Unción de Enfermos.

Devoción al Sagrado Corazón

El Beato Bernardo jamás había oído hablar del culto del Sagrado Corazón hasta los 21 años de edad, cuando tuvo el encargo de copiar fragmentos de un libro titulado “De cultu Sacratissimi Cordis Iesu”. Entonces, empezó a leer el origen de esta devoción y, según dice, sintió algo que jamás había sentido, un sentimiento con el que se encontraba muy a gusto, se sentía amado.

Al día siguiente, estando adorando al Santísimo Sacramento, Jesús mismo le dijo que quería que él fuese el medio por el cual se extendiese en España esta devoción. Más tarde le aconsejó que tratara este tema con el Padre Juan de Loyola (tiene cierta similitud con la aparición a Santa Margarita María de Alacoque, ya que ella lo tenía que tratar con el Padre la Colombière).

Entonces, el Padre Bernardo de Hoyos se puso en contacto con Juan de Loyola, que se hizo su director espiritual. Bernardo de Hoyos le contó todas sus experiencias místicas y Juan de Loyola comenzó a escribir su biografía que la publicaría cuatro años después de su muerte.

Más tarde, se le apareció a Bernardo de Hoyos el arcángel San Miguel. Éste, le dijo cómo debía difundir la devoción al Sagrado Corazón en España y le recordó que a pesar de que hubiera multitud de dificultades, al final vencería. Esto mismo se lo confirmó el Sagrado Corazón de Jesús cuatro días más tarde cuando le dijo que reinaría en España con más veneración que en muchos otros lugares.

¿Cómo se extiende la devoción?

Desde el padre Bernardo de Hoyos, la devoción al Sagrado Corazón de Jesús ha ido comprendiéndose mejor. Lo primero que hizo Bernardo de Hoyos fue hablar con Juan de Loyola para que le aconsejara. Más tarde le comunicaron su deseo de expandir la devoción al Sagrado Corazón al entonces rey de España Felipe V. Este, a diferencia de su primo, el rey de Francia, promulgó la devoción y escribió una carta al Papa Benedicto XIII pidiendo Misa y Oficio propio del Sagrado Corazón para todos sus reinos y dominios.

El Papa Benedicto XIII aceptó la propuesta de Felipe V promulgando así la devoción. Sin embargo, desde la muerte de Bernardo de Hoyos hasta principios del siglo XX no se produjo ningún cambio a pesar de que la devoción creciera por momentos.

Otro hecho importante fue cuando el día 30 de mayo de 1919, el rey Alfonso XIII consagró España al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles. Pero la devoción no ha ido a menos desde entonces, ya que en 2009 se hizo la renovación a esta consagración.


Además de estos hechos, se pueden mencionar otros muchos que demuestran lo expandida que está esta devoción en España como por ejemplo: consagraciones de ciudades como Toledo, San Sebastián, Pamplona, Valladolid, etc.

Por otra parte, la devoción continua extendiéndose a través de instituciones como la fundación Balsemiana y Schola Cordis Iesu.

Mateo Crawley-Boevey

 

Mateo Crawley-Boevey

 




Este apóstol mundial del Sagrado Corazón de Jesús nació en Sachaca un 18 de noviembre de 1875. Fue su padre el caballero inglés Carlos Octavio Crawley-Boevey y su madre la arequipeña María Murga.A los 9 años emigraron a Valparaíso (Chile) y allí estudió con los religiosos de los Sagrados Corazones, en cuyo instituto ingresó posteriormente en 1891 y se ordenó de sacerdote en 1898.Ejerció como profesor en el colegio de la Orden.


De igual modo, atendió la Asociación de los Sagrados Corazones y animó espiritualmente varias obras sociales. Con el nombre de Curso de Leyes fundó una Facultad de Derecho que sería el embrión de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. A punto del stress por su entrega desmedida para socorrer a los damnificados por el terremoto de 1906 en Valparaíso, sus superiores le enviaron a Europa en viaje de descanso.


Iglesia de los Sagrados Corazones, Valparaíso, Chile
El 24 de agosto de 1907 llega al santuario de Paray.le-Monial, lugar donde se apareció el Sagrado Corazón a Santa Margarita María de Alacoque. Allí se recuperó de su quebrantada salud y vio claramente cuál sería la vocación para el resto de su vida: Conquistar todo el mundo para el amor del Corazón de Jesús, casa por casa, familia por familia, entronizándolo en todos los hogares. Cuando expuso el plan al Papa San Pío X, le complació tanto que le dijo: “No sólo te permito, sino que te mando, hijo mío, dar tu vida por esta obra de salvación social”.


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Vuelve a América e inicia su cruzada en Valparaíso y la continúa por Chile y Perú. Fundó la revista El Primer Viernes y escribía artículos en otras revistas y periódicos. Posteriormente, su congregación lo destina a Europa para difundir el mensaje misericordioso del Corazón de Jesús; Inglaterra, Bélgica, Holanda, Suiza, Portugal y España se benefician de su encendida prédica. En 1914, llegando a París en el momento en el que las tropas alemanas se disponían a invadir la capital. Un dominico de Saint-Maximin resumió su impresión de esta manera: Al principio, uno queda desconcertado por esa oratoria que no es oratoria, por esas frases elípticas, esas imágenes inesperadas, esos gestos apasionados... y luego, uno está cogido, se pone al unísono, y cuando al final el predicador hace aclamar a Cristo Rey: "Te amo, Jesús, porque eres Jesús", brotan lágrimas de muchos ojos.


El Rey Alfonso XIII consagrando a España al Corazón de Jesús
De Francia se trasladó a España, donde fundó treinta y ocho centros. En este último país promovió el gigantesco monumento en el Cerro de los Ángeles para consagrar la nación al Corazón de Jesús.



En su libro Rey de Amor, (13 ª ed, Secretariado Nacional de la Entronización del Corazón de Jesús, Madrid, 1960) da algunos pormenores interesantes sobre la estatua del Corazón de Jesús del Cerro. El misionero llegó a España para pronunciar las tres conferencias del triduo preparatorio a la entronización oficial de 30 de mayo de 1919. En Madrid dio una serie de conferencias en el “Centro de Defensa Social” organizadas por Rafael María Lázaro y Severino Aznar. En una de ellas lanzó la idea de erigir el Monumento. La idea madura y probada por el Obispo de Madrid-Alcalá, don Prudencio Melo, del Secretariado de la Entronización se encargó de lanzarlo y organizarlo por todo el país, especialmente recaudar los fondos. El Secretariado funcionó en el Colegio de las Madres de los SSCC presidido por la Duquesa de la Conquista, dama de honor de la reina Victoria. El P. Calasanz Baradat, SSCC, director, recorrió el territorio español para impulsar el proyecto y organizar la suscripción. El Monumento sería como un estandarte de gloria cristiana en torno del cual almas y familias españolas debían agruparse aclamando en la vida del hogar y de la nación la Realeza Divina de Cristo Rey. El pueblo español, con el Rey a la cabeza, respondió generosamente y se obtuvieron medio millón de pesetas. “Debo aquí, por noble, a poner de relieve un gesto bellísimo.

El embajador del Perú ante la Santa Sede, señor Goyeneche, conde de Guaqui y grande España, pagó la estatua colosal del Corazón de Jesús. Y en carta que me escribió a este efecto me decía: “Quede constancia que es mi intención honrar por cierto al Sagrado Corazón, pero manifestar también muy solemnemente la gratitud del Perú a aquella España católica que nos civilizó con la fe de Cristo y con la morar del Evangelio”. Un tío de este embajador fue el Arzobispo Goyeneche, de Lima. Pagado el Monumento, hubo un superávit, suma que el Secretariado invirtió en un rico y artístico copón destinado a la Comunión de los peregrinos que vendrían a asistir al Santo Sacrificio de la Misa celebrado en el Altar del Monumento nacional” p.440


El nuevo Papa le dio la misión de instruir a los misioneros en la India, Ceilán, la China, Indochina, Japón y las islas Hawai. Fueron 50 años de ininterrumpida predicación. Fue padrino en la ordenación sacerdotal de nuestro querido Cardenal Landázuri. Promovió la “entronización del Sagrado Corazón de Jesús en los hogares”, la adoración nocturna en el hogar, así como los monumentos dedicados a Cristo en lugares visibles. Su objetivo era “hacer vivir en el hogar y por el hogar, célula social, el divino llamado: ‘Quiero reinar por mi Corazón’. Una de sus obras escritas fue “Horas Santas”, auténtica llamarada de amor a Cristo como muestra en esta oración: “¡Jesús sigue revelando las maravillas de tu Corazón desde esa Hostia!...Avanza, Dios oculto y vencedor, avanza, conquistando en el comulgatorio alma por alma, familia por familia hasta que la tierra entera exclame, alborozada: ¡Alabado sea el Divino Corazón en su Eucaristía salvadora...; a Él, sólo a Él, en los altares, gloria y honor por los siglos de los siglos; venga a nos tu reino!”.

Narra Fernando Cordero Morales ss.cc. que Pío XI le concedió cinco audiencias y le envió otra carta autógrafa, como lo hiciera antes su predecesor Benedicto XV. En una de las audiencias, el P. Mateo regaló al Papa un medallón con la imagen del Sagrado Corazón. Pío XI le comentó: La pondré en mi despacho y cuantas veces la mire te enviaré mi bendición. Y aún más patente queda la gran estima que tenía el Papa al apóstol del Corazón de Jesús cuando el gobierno de Perú solicitó al Sucesor de Pedro el nombramiento del P. Mateo para Arzobispo de Lima: ¿Qué quiere el señor Presidente de la República -contestó el Papa- que haga yo del Padre Mateo un coronel-comandante en plaza, o que le deje ser bombardero del Corazón de Jesús en todo el mundo?

El Jueves Santo de 1949 sufrió el primero de los muchos ataques de corazón que habían de sucederse en los once años que aún le quedaban de vida. En enero de 1955 manifestaba: Cada vez estoy más enfermo. Todo me cansa y debo suprimir muchas de las cosas bellas que debo hacer, reteniendo únicamente las indispensables. Quiero decir que debo dejar mis pocas fuerzas para poder celebrar la Misa y recitar mis plegarias. A su enfermedad se añadió una úlcera en su pierna derecha. En 1959 ingresó en la clínica de Valparaíso donde un cáncer en la sangre le impidió celebrar la eucaristía, que constituía el centro de su vida. Los médicos le amputaron la pierna herida por aparecer la gangrena. La amputación se practicó el 14 de enero de 1960, pero la herida no se cerró y la gangrena apareció pronto en la otra pierna. Su Provincial expresaba en una carta: El P. Mateo sufre atrozmente, pero todo lo soporta con un espíritu sobrenatural admirable. Y el propio enfermo escribía: ¡El cielo se aproxima... y así yo cantaré las misericordias del Señor eternamente!

El apóstol mundial del Sagrado Corazón de Jesús, según la denominación de Pío XI, murió en Valparaíso el 4 de mayo de 1960.a los 84 años de edad. Al enterarse de su muerte el ahora beato Juan XXIII, envió, por medio del Cardenal Secretario de Estado, al Superior General de la Congregación de los Sagrados Corazones el siguiente mensaje: El Santo Padre está totalmente familiarizado con la misión que este infatigable apóstol llevó a cabo durante toda su vida: la difusión del culto del Sagrado Corazón. Por esto es consolador el pensar que la triste pérdida que ha sufrido la Congregación de los SS. Corazones se compensa con la presencia en el cielo -como podemos creer- de un nuevo y poderoso protector.

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