martes, 20 de junio de 2017

RAMILLETE

Margaritas

RAMILLETE 1
“Estoy preparando la obra de mi Misericordia; quiero una nueva renovación en la sociedad y quiero que ésta sea hecha por el amor”.  
“La confianza es la llave que abre los tesoros de mi infinita Misericordia”.  
“No puedes imaginar el gozo que experimento haciendo de Salvador; es mi mayor alegría y hago las obras maestras más hermosas precisamente de las almas que he sacado de más abajo, del fango. Una vez que los pecados son perdonados se convierten para el alma que los ha cometido en fuentes de gracia, porque son fuentes permanentes de humildad…”  
“¿Sabes cual es el camino que conduce más pronto al Paraíso?… Es la esperanza en mis méritos y la fidelidad a la gracia…”  
“Es cierto que cien pecados Me ofenden más que uno, pero si éste fuese de desconfianza, me heriría el Corazón más que los otros cien, porque la desconfianza hiere mi corazón en lo más íntimo: ¡amo tanto a los hombres!”.
“Se tiene una idea demasiado pequeña de la bondad de Dios, de su misericordia, de su amor hacia las criaturas: se mide a Dios con las criaturas, y Dios no es limitado, y por lo tanto tampoco su bondad es limitada. ¡Oh, poder gozar de un Dios y no hacerlo!… ¿y por qué no se hace? porque en el mundo no se le conoce. Yo soy un tesoro infinito puesto por mi Eterno Padre a disposición de todos: mis criaturas me rechazan, pero con cuánto daño para ellas, lo comprenderán sólo en la eternidad”.    
“No me hastía en absoluto encontrar miserias, con tal de que encuentre una buena voluntad; cuando la hay, hay materia para trabajar. Mi amor se alimenta de consumir miserias y el alma que más tiene, con tal que sea con corazón contrito y humillado, es la que me agrada más, porque me da más ocasión de ejercer mi oficio de buen Salvador. Pero lo que quiero decirte, lo concentro en pocas palabras, y es esto: que el alma no tenga nunca miedo de Dios, que Dios está siempre dispuesto a usar misericordia y que el mayor gozo que pueda  tener el Corazón de tu Jesús es el de poder conducir a su Eterno Padre el mayor número de pecadores que sea posible. Éstas son mis glorias, mis joyas; ¡los amo tanto a los pobres pecadores! Oye, esposa mía, escribe esto. Si me quieres hacer un favor grande cree en mi amor; si me lo quieres hacer más grande, cree más, y para hacérmelo grandísimo no pongas límites a esta fe en mi amor”.
“Todo el secreto de la santidad está en estas dos palabras: desconfiar y confiar. Desconfiar siempre de ti, y luego no pararte ahí, sino subir en seguida a la confianza en tu Dios, porque si Yo soy bueno con todos, soy buenísimo con las almas que confían en Mí. -¿Sabes cuáles son las almas que gozan  más de esta bondad mía? las que confían más. Las almas que confían son las ladronas de mis gracias. Escribe, pues, que el gozo que Yo pruebo con un alma que confía, es indecible”.  
“La principal cosa que deseo que se sepa, es que Yo soy todo amor, que la pena más grande que se podría dar  a mi Corazón sería dudar de mi bondad. Mi Corazón no sólo compadece, sino que se regocija cuando tiene más para reparar, con tal que no haya malicia…
¡Si supieras la labor que haría en un alma, aunque llena de miserias, con tal que me dejara hacer!… El amor no tiene necesidad de nada, sólo tiene necesidad de no encontrar resistencia, y con frecuencia todo lo que busco en un alma, para hacer de ésta una santa, es sólo ¡que me deje hacer! Las imperfecciones que hay en un alma, cuando no son amadas por el alma, no me desagradan, sino que atraen la compasión de mi Corazón. ¡Amo tanto a las almas!… Las imperfecciones deben servir a un alma, como peldaños de una escalera, para subir a Dios mediante la humildad, la confianza, y el amor. Yo desciendo hacia el alma que se humilla y voy a buscarla en su nada para unirla a Mí.”
“Como el fuego se alimenta de combustible, así mi misericordia se alimenta de consumir miserias, y cuanta más encuentra para consumir, más crece, precisamente como hace el fuego que se agranda cada vez más, a medida que se le echa leña encima. ¡Oh, si se pudiera conocer cuánto amo Yo a los hombres, y cuánto goza mi Corazón de que se crea en este amor! Se cree demasiado poco, se cree demasiado poco, demasiado poco”.  
“Todo contribuye a trabajar un alma, todo; también sus mismas imperfecciones son en mis manos divinas como muchas piedras preciosas, porque las cambio en actos de humildad que llevo al alma a hacer… Si los que edifican las casas pudieran cambiar los escombros y todo lo que estorba, en muchos materiales de construcción, ¡qué felices se considerarían! Pues bien, el alma fiel lo puede con mi divina ayuda y las faltas mismas más graves y vergonzosas se convierten en piedras fundamentales del edificio de su perfección”.  “Has de saber, para ti y para las almas, que si se quiere obtener una virtud consolidada, hay que esperarla del Corazón de Jesús. Quien quiere tener la salvación, no tiene más que venirse a refugiar en esta arca bendita: desde aquí se contempla la tempestad sin ser sacudidos, sin ser amenazados. ¡Oh esposa! Tú enseña a todos el lugar de refugio que has escogido para tu perpetua morada, haz la caridad de instruir también a los otros, para que me vengan a conocer. Tengo tesoros de gracias para todos, quien viene se los lleva”.  
“¡Oh, esposa mía, hazte Apóstol de mi amor! Grita fuerte para que te sienta todo el mundo, que Yo tengo hambre, tengo sed, que muero del deseo de ser recibido por mis criaturas. ¡Estoy en el Sacramento de mi Amor por mis criaturas, y ellas hacen tan poco caso!”.
“Lo que me da lástima más que todo es ver la indiferencia que las criaturas tienen por Mí, el odio… me huyen como si Yo fuera un asesino, un maleante, un ladrón que quisiera quitarles los bienes, y en cambio querría dárselos, pero no puedo porque no quieren…
¡Esposa mía, tengo sed del amor de mis criaturas! Los serafines me aman tanto, y los santos me aman tanto… su amor es más puro y más perfecto… Tengo tanto amor en el cielo, pero vengo a buscarlo en la tierra, porque en la tierra es libre… Esposa mía, Yo tengo un corazón humano, y amo a los hombres porque son mis hermanos; sí, sí, los hombres son mis hermanos…”.  
“Una alma humilde tiene tal poder sobre el Corazón de Dios que basta una verdaderamente humilde para desarmar mi justicia que no mil pecadores para armarla”.  
“Una alma consagrada por el amor, se vuelve ligera, porque el amor la desposee de la voluntad, del juicio, de los deseos. Un alma así desposeída hace mi delicia y de estas almas me formo un ejército para salvar al mundo. El mundo corre al precipicio, pero Yo lo pararé en su carrera vertiginosa con este pequeño grupo de almas generosas que combatirán bajo mi escolta”.  
“¿Tus miserias…? Véndelas a mi misericordia”.
“¡Oh, si supieran los hombres cuánto gozo dispensando los celestes favores a quien me los pide, no serían tan esquivos para venir a Mí!”.
“Mi Corazón ha de ser la salvación de todo el mundo, la salvación de todos aquéllos que lo buscan y que lo conocen”.



SOR BENIGNA CONSOLATA

Sor Benigna Consolata Ferrero

Maria Consolata nació en Turín el 6 de agosto de 1885 en el seno de una familia profundamente cristiana y fue bautizada el 8 de agosto. En el ambiente religioso de casa y en los institutos donde estudió, María transcurrió una infancia serena, distinguiéndose cada vez más por su piedad. Terminados los estudios, se dedicó por entero a la familia, a la que amaba tiernamente. Fue un periodo muy fecundo para su crecimiento espiritual. El 15 de mayo de 1894 recibió el sacramento de la Confirmación y el 22 de abril de 1895 hizo su 1ª Comunión. Desde 1896 se había puesto bajo la dirección del Canónico Luigi Boccardo (1861-1936), hoy ya Beato, un santo y autorizado sacerdote turinés que fue su guía hasta el día de su entrada en el Monasterio.
Es difícil establecer cuándo María Consolata sintió conscientemente la llamada de Jesús y decidió corresponder totalmente. Sabemos que en 1900, con 15 años, pronunció el voto temporal de virginidad y el Señor comenzó a elevarla hacia una dedicación total a Su Corazón.
El Canónico Boccardo pudo también verificar, a través de su dirección espiritual, los progresos de María en las virtudes (humildad, simplicidad, dulzura…) y que le hicieron pensar que su espíritu se adecuaba al de la Orden de la Visitación.
Para examinar mejor todo lo que pasaba en su alma le pidió que escribiera un diario y María, obedientísima, aunque con repugnancia, lo hizo. Las primeras notas del diario espiritual datan del 1902. María Consolata tenía 17 años. Son páginas estremecedoras, de las que se puede deducir que ya con anterioridad a esa época su alma había sido favorecida con particulares gracias de luz interior: sentía que Jesús actuaba con ella como una madre con su hijo y que la llamaba también a sufrir por amor porque el amor se fortalece en el dolor. Sentía en su interior una invitación a vivir en el mundo como si ya estuviera en el claustro: sólo Dios debía ser el centro del su vida y su ocupación la salvación de las almas.
Jesús le comunicaba su “sed ardiente” de almas y la hizo también a ella “sedienta” de sacrificios y de humillaciones. Intuía que entrando en la Orden de la Visitación podría realizar su mayor deseo: hacer conocer y amar al Corazón adorable de Jesús y ser instrumento de Su misericordia.
Purificada por pruebas personales y familiares que templando su carácter la habían enriquecido en virtud, María Consolata llegó a la Visitación de Como el 30 de diciembre de 1907, tenía 22 años. Comenzaba así la etapa de iniciación a la vida claustral. Allí progresó aún más en las virtudes, típicamente visitandinas, de simplicidad, humildad, obediencia, mortificación interior y recogimiento.
Externamente común en todo, su total simplicidad, humildad, obediencia y recogimiento edificaba a las Hermanas. Interiormente vivía en un aumento progresivo de intimidad y donación al Señor. Una vida del todo común a los ojos de los hombres mientras Jesús, que la había elegido como “Apóstol de su Misericordia”, se revelaba a ella descubriéndole los secretos infinitos de su Corazón, que la Sierva de Dios, por orden de los Superiores, fielmente transcribía en el diario.
El 5 de noviembre de 1908 fue su Vestición, tomando el nombre de Benigna Consolata; el 23 de noviembre de 1909 hizo la Profesión religiosa, y la Profesión Solemne el 28 de noviembre de 1912. La intensidad de su relación con Dios y las gracias particulares que recibía en su camino espiritual, hacía que le fueran necesarios consejos y dirección espiritual no comunes.
Se encargó el obispo de Como, Mons. Alfonso Archi, quien tranquilizó a la Madre y le pidió que dejara a sor Benigna Consolata un poco de tiempo para escribir y que la ejercitara en la humildad. Los últimos dos años de su vida fueron tal vez los más intensos: pudo confiarse totalmente con la Madre Giuseppina Antonietta Scazziga, los escritos son más abundantes también, experimentaba una creciente confianza y abandono total al Amor misericordioso, que llegó hasta el ofrecimiento del sacrificio de su vida cumplido con el consenso de los Superiores el 4 de julio de 1915, por el cese de la 1ª Guerra Mundial. La “Voz” misma le decía muchas veces que su vida estaba llegando a su fin y de “escribir cuanto pueda”, no para sí misma sino para las almas, haciéndose “Apóstol del Amor”… Un vez había confiado a la Madre: “Cuando pienso que nuestros pequeños actos de amor dan gloria a un Dios… que nosotros, pobres criaturas, podemos dar gloria a un Dios… ¡que un Dios nos permite amarlo!…”, y permanecía inmóvil, con una vívida luz que le resplandecía en los ojos.
En el mes de julio de 1616, tras 12 días de intenso y fecundo retiro, que Jesús le pidió para prepararse a la muerte, comenzó a desmejorar; a primeros de agosto se manifestó una pulmonía y tuvo que retirarse a la Enfermería.
Después de una íntima y dolorosa prueba interior expiró serenamente el 1° de septiembre, primer viernes de mes, hacia las tres de la tarde, tenía 31 años. Tras su muerte el Señor quitó el “velo” bajo el que había tenido escondida a su “pequeña Secretaria”, las palabras del Obispo en la homilía fúnebre comenzaron a desvelar a la Comunidad qué “tesoro” les había sido confiado y en breve tiempo comenzó a difundirse la devoción a sor Benigna Consolata.
Esta joven visitandina que llevó una vida humilde y escondida fue conocida y amada por un número cada vez mayor de personas en todo el mundo. La Causa de Beatificación fue abierta en 1923 y el 1° de septiembre de 1924 sus restos fueron trasladados desde el cementerio de Camerlata, donde había sido objeto de un homenaje espontáneo e incesante, a la iglesia del Monasterio de Como, donde aún hoy personas de todas las partes del mundo vienen a rezarle y a testificar favores y gracias recibidas por su intercesión.
El Proceso de su Beatificación pasó a su fase romana el 1 de diciembre de 1925 y actualmente está en la Congregación Vaticana competente. En 1928 su primer padre espiritual, el hoy Beato canónico Luigi Boccardo, escribió su biografía y 3 opúsculos escritos en defensa de la espiritualidad mística de sor Benigna Consolata. Además fue uno de los más celosos promotores de la Causa de Beatificación y un precioso testigo en el Proceso Diocesano que se desarrolló en Turín. La Causa se retomó el 22 de agosto de 1995.
La mayor parte de los datos y del texto, del que se ha hecho la traducción, están tomados de la Web de la Visitación de Génova (Italia) www.monasterovisitazione-baggiovara.org N. de T.: Dato de interés es que el Apóstol de la Divina Misericordia, Santa Faustina Kowalska, tenía como libro de cabecera el Vademecum escrito por sor Benigna Consolata, como también su director espiritual el Beato p. Sopokco, el cual al fundar la Congregación religiosa pedida por Jesús a santa Faustina puso como protectora de dicha Congregación a sor Benigna Consolata. También santa Teresa de los Andes y la Beata Madre Teresa de Calcuta citan a sor Benigna Consolata en sus escritos personales.
En conformidad con los Decretos del Papa Urbano VIII, indicamos que en nada se pretende prevenir el juicio de la autoridad eclesiástica.

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