martes, 20 de junio de 2017

MEDITACION

santa margarita maría de alacacoque



Cómo responder al Amor


La llamada del Corazón de Cristo es universal
A nosotros nos toca responder a la llamada. “Las gracias, añade Margarita María, no faltarán. Él espera de nosotros una fiel correspondencia en retorno a su gran amor”.
Nuestra alegría, nuestra vida, nuestra santidad están en Él. ¿Lo comprendemos? ¿Lo creemos?
¿CÓMO AMAR AL AMOR?

Acoger su amor


El primer paso consistirá en abrir nuestro corazón “a fin de poder satisfacer en algún modo el ardiente deseo que su amor tiene de derramarse”. Esta actitud de acogida, implica necesariamente un reconocimiento de nuestras faltas: somos pecadores.
Se requiere de nuestra parte fe y confianza en el que perdona. “Tienes demasiado temor y esto es lo que le disgusta, porque El quiere de ti una confianza amorosa”, dice Margarita María en una de sus cartas.

“Darlo todo y dejarle hacer”




No es pasividad. Margarita María nos lo aclara:
“Debe bastarte con haberle entregado todo el cuidado de ti misma, y a medida que te olvides de ti, Él tomará un cuidado especialísimo por perfeccionarte, purificarte y santificarte; la demasiada reflexión sobre nosotros mismos impide el efecto de sus proyectos sobre nosotros… Cuando nos abandonamos del todo y le dejamos hacer, Él nos hace andar mucho camino en poco tiempo”.
“El Sagrado Corazón te hará un gran santo. Él te santificará a su gusto y no al tuyo. Por eso, déjale hacer”.

Y en una confidencia personal hecha a su superiora, dice: “Se me presentó mi Señor descubriéndome su Corazón lleno de amor me dijo: «Este es el Maestro que te doy. Él te enseñará todo lo que debes hacer por mi amor. Por eso tú serás su discípula predilecta». Sentí una gran alegría. Me abandoné del todo a Él”.

Permanecer en su Amor



Esta invitación de Jesús en el Evangelio, “Permaneced en mí, permaneced en mi Amor” (Jn 15, 4.9), es una constante en la tradición cristiana. Margarita María se inscribe en ella. Desde el principio ha vivido este misterio. Describe así una manifestación del Señor que debe situarse en 1674: “«Este es el lugar de tu morada actual y perpetua donde podrás conservar sin mancha la túnica de la inocencia de la que he revestido tu alma». Y a partir de entonces, me veía y encontraba siempre en este amable Corazón de un modo que no sé expresar, sino sólo decir que estaba a veces como en un jardín delicioso, esmaltado de toda clase de flores; otras, como un pececillo en un vasto océano…”
Esta gracia personal, no es sólo para ella. Se trata de una llamada evangélica que transmite a los hijos de Dios, bajo el signo del Corazón:
“Estableced vuestra morada en el Corazón de Jesús; en Él encontraréis una paz inalterable y la fuerza para hacer realidad los buenos deseos que Él os inspire, y para no cometer faltas voluntarias”.
“En este Corazón divino todo se cambia en amor, hasta las más amargas amarguras. Hagamos allí nuestra morada actual y perpetua, y nada podrá turbarnos, con tal que estemos del todo abandonados a Él. Dejémosle hacer y obrar en nosotros”.

Identificarse con Cristo


Si el primer aspecto de nuestra respuesta es acoger; el segundo, darlo todo y dejarle hacer, y el tercero,permanecer en su Amor, santa Margarita María, con san Pablo nos introduce en un cuarto aspecto: “Que Cristo sea formado en vosotros” (Gal 4,19).


“Él arde en deseos de que conformemos nuestra vida a la suya. Y puesto que el amor iguala –hace semejantes a los que se aman, hagamos nuestra vida según el modelo de la suya”.
¿Qué quiere decir “conformar” nuestra vida a la de Cristo? Ella misma responde: “Amad constantemente al Sagrado Corazón de Jesucristo, conformaos todo lo que podáis con su humildad y dulzura para con el prójimo”.
“Este divino Corazón busca corazones vacíos para llenarlos con su ardiente caridad, para transformarlos en Él”.
Margarita María se expresa con una precisión admirable: Cristo nos llama a conformarnos con Él pero es Él quien nos “conforma”, es Él quien nos transforma. A nosotros nos toca siempre “darlo todo y dejarle hacer”.

Consagrarse al Corazón de Cristo



Para santa Margarita María, nuestra respuesta de amor se resume en la consagración al Corazón de Jesús, pues constituye una entrega total de sí a Cristo, que compromete toda nuestra vida.
Invita frecuentemente a las personas con quienes mantiene correspondencia a hacer y propagar esta consagración y lo hace con una fuerza irresistible, pues siente y sabe lo importante que es que nos entreguemos al Amor.

“Si deseas vivir completamente para Él, llegar a la perfección que desea de ti, si quieres ser del número de sus amigos, es necesario que hagas a su Sagrado Corazón una consagración total de ti mismo y de todo lo que depende de ti. Después de eso, ya no te mirarás sino como perteneciente al Corazón de Jesús, al que podrás recurrir en todas tus necesidades, y establecer en Él tu morada. Él reparará lo imperfecto que pueda haber en tus obras y santificará las acciones buenas, si permaneces en todo unido a sus designios sobre ti”.
La Santa compuso y propagó varias fórmulas de consagración.
Además, nos transmite de parte del Señor un mensaje sobre la consagración de las familias a su Corazón:“Por este medio, reunirá las familias divididas y protegerá a las que estén en alguna necesidad; derramará esta suave unción de su caridad en todas las comunidades religiosas en las que sea honrado y que se pongan bajo su especial protección, y mantendrá unidos a todos los corazones, para que no formen más que uno solo con Él”.
Esta consagración familiar y social, fue más tarde muy promovida por el P. Mateo Crawley, religioso de los Sagrados Corazones, y alentada y bendecida repetidamente por todos los Papas.

En varias ocasiones, Margarita María asegura, de parte del Señor, que las personas consagradas al Corazón de Jesús “no perecerán”. Pero se refiere a una consagración vivida, traducida en obras, en la vida de cada día.
Para santa Margarita María, toda la vida está en relación con el Corazón del Señor. Todo se hace con Él.
Un día con el Corazón de Jesús:

-“Por la mañana, ofreceremos nuestros corazones al Corazón de Jesucristo para que consuma en él todo lo que le desagrada, pidiéndole que supla lo que nos falta”.


-En la oración, “si hay disipación, aburrimiento o negligencia, reprendeos con dulzura y volved a recoger vuestro espíritu… y ofreced al Padre la oración de su Hijo para reparar las faltas de la vuestra. El fruto principal que debéis sacar será el amor a la humildad y sencillez”.
-Al recibir la sagrada comunión: “Ofreceré al Padre las santas disposiciones del Corazón de la Santísima Virgen en el momento de la Encarnación, y las uniré a las de su divino Hijo para suplir las que me falten para recibirle dignamente. Cuando ya le haya recibido, como acción de gracias le ofreceré a su Padre, con gratitud, alabanza, adoración y amor, rogándole en este momento que repare todas las faltas de mi vida pasada…”
-En el trabajo, estudio, en las tareas de cada día…: Santa Margarita María nos comunica lo que ella decía al Señor al salir de la capilla y empezar las ocupaciones del día: “Jesús mío, como no puedo permanecer aquí en tu presencia, ven conmigo para santificar todo lo que haga, puesto que todo es por Ti”.
-En las caídas, infidelidades, pecados…, el Señor había dicho a Margarita María: “Este Corazón será el reparador de todas tus faltas”. Ella lo repetirá sin cansarse: “Cuando caemos, debemos acudir a este divino Corazón, ofrecer al Padre una de las virtudes opuestas a nuestra falta, como por ejemplo, su humildad en vez de nuestro orgullo… y tenemos que hacer lo mismo cuando vemos faltas en los demás”.
-Y al fin de la jornada: “Por la noche pondré en este divino Corazón todo lo que haya hecho durante el día, para que Él purifique lo que haya de imperfecto en mis acciones, las haga dignas de hacerlas suyas y las ponga en su divino tesoro; le dejaré el cuidado de disponer de todo según su deseo”.
La consagración transforma toda la vida impregnándola de amor a Jesús: la oración, la Eucaristía, la relación con la Virgen, la aceptación del sufrimiento, de la cruz, el trabajo, las alegrías… todo.

Reparar al Amor

Cristo es el único que puede realmente reparar. Él “se ha hecho pecado”, en palabras de san Pablo, y se ha ofrecido al Padre por nosotros. Pero quiere asociarnos a su obra redentora. El Corazón de Jesús nos recuerda a través de santa Margarita María que debemos y podemos unir nuestras vidas a su sacrificio para reparar por Élcon Él, y en Él por nuestros propios pecados y los del mundo.


En este sentido hay que entender la experiencia de la Cruz que ha vivido Margarita María, una experiencia muy especial, muy personal. Y la ha vivido en un amor profundo a su Señor, en la “comunión de los santos”.
San Pablo dice: “Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo por su Cuerpo que es la Iglesia”. Y san Agustín comenta que nada falta a la Pasión de Cristo, como Cabeza de la Iglesia, pero esa Pasión se consuma, se realiza en su Cuerpo, la Iglesia.

Y santa Margarita María escribe: “Las cruces, los desprecios, las aflicciones son los verdaderos tesoros de los que aman a Jesucristo crucificado”.
Porque: “Es un gran bien que nos identifica con Jesucristo sufriente”. Todo es por el amor. “Saquemos del tesoro de la Cruz para sufrir con amor”. “Los amigos del Sagrado Corazón saborearán sus amarguras”. “El Señor da un valor incalculable a los sufrimientos unidos a los suyos”. Finalmente:“No se puede amar sin sufrir: para un corazón que ama a su Dios y que quiere ser amado por Él, todas las cruces son preciosas. Procuremos, pues, hacernos verdaderas copias de nuestro Amor crucificado”.
“Un corazón que ama de verdad ¿puede quejarse de estar en la cruz o, mejor, en el Corazón de Jesucristo, donde todo se cambia en amor?” Estas hermosas y profundas palabras nos dejan entrever la experiencia espiritual de santa Margarita María y explican su locura por la cruz.
Y esta experiencia no es sólo para santa Margarita o para algunos amigos privilegiados del Señor. Recordemos que la llamada del Señor es para todos, todo cristiano experimenta la cruz… Ella no puede faltar en la vida de quien se consagra al Corazón de Jesús.

Reparar es, por tanto, amar por los que no aman, amar más para suplir nuestra propia falta de amor.
“Postrémonos largo rato ante Jesús presente en la Eucaristía, reparando con nuestra fe y nuestro amor los descuidos, los olvidos e incluso los ultrajes que nuestro Salvador padece en tantas partes del mundo”. (Juan Pablo II, Mane nobiscum Domine)
Pero es imposible amar a Dios sin amar a los hermanos. Escribe santa Margarita María: “Le rogué en la oración que me diera a conocer el medio de satisfacer mi deseo de amarle. Y me hizo ver que no es posible demostrarle mejor nuestro amor que amando al prójimo por amor a Él y que debía ocuparme en procurar su salvación, siendo necesario que olvidara mis intereses para hacer míos los del prójimo”.

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